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jueves, 25 de julio de 2013

8vo Capítulo: Pánico en la ciudad

Con la fiesta que había fuera, el lugar estaba bastante tranquilo y vacío. El mesonero me hizo un gesto de complicidad para que me sentara en la barra, yo me acerqué para decirle que no tenía nada en los bolsillos pero él insistió en que me sentara y me sirvió una jarra de cerveza bien fría.

¡Hoy te invito yo! -dijo mientras se sentaba junto a mí. felizmente accedí y pegué un buen trago, se notaba un sabor casero y auténtico la verdad.

Bueno Frank, ¿qué tal te ha ido todo? -preguntó con una sonrisa

Porque la gente tenía la estúpida manía de preguntarme cosas, cada vez que conocía a alguien nuevo para mí, empezaba con el interrogatorio

Vamos Frank -insistió el mesonero- hace seis meses que no te veo, seguro que tienes un montón de aventuras que contarme, a fin de cuentas fuiste en busca de eso y ahora deberías compartirlas con tu mejor amigo.

La verdad que no sabía que contarle pero me apetecía emborracharle y a su vez emborracharme a mí, y comencé a hacerme de rogar un poco para que sacara más pintas. Con un poco de suerte alargaría su lengua y sacaría algo en claro de todo esto. Mi supuesto amigo no se negó a tal ofrenda con tal de sacar información útil que contar luego a sus parroquianos, por lo visto la mayor atracción de la taberna eran las supuestas historias que yo le contaba desde que nos conocimos y por lo visto no solo me invitaba por ello si no que también me pagaba, siempre he sido un poco charlatán pero no tanto como para ganarme la vida de esa manera.

Tanto bebimos que empecé a perder la noción de lo que estaba contando, comencé a hablar de mi casa, mi coche que se estropeaba cada dos por tres, los sermones que me montaba mi mujer, la gente en la taberna comenzó a reunirse junto a nosotros para intentar entender lo que estábamos hablando. Me subí a la barra, la verdad no sé ni cómo lo logré porque iba bastante cocido. Me disponía a hacer el ridículo cuando la puerta se abrió y una figura conocida apareció, ojos de color miel, melena castaña y unos labios preciosos...
¡Mirad, es mi salvadora! -grité de repente

Canah estaba frente a mí con mirada de desaprobación, al parecer se había despertado y al no verme salió en mi busca. Me agarró por el hombro y me sacó de aquel tugurio. Yo andaba bastante mareado, la luz de la luna iluminaba su rostro, de sus ojos brotaron dos lágrimas y yo me sentí culpable en aquel momento, caminamos unos metros lejos del barullo en silencio, ella era todo mi apoyo en ese momento.
¿ No te das cuenta que estoy preocupada por ti? -comenzó, y bajó levemente su mirada
yo...., lo siento! quería respuestas, para mi eras una desconocida hace tres días y no sé qué pensar, ni siquiera sé que me ha pasado y si volveré al lugar de donde vengo, me siento atrapado aquí... y no me di cuenta de lo que estaba pasando.

Siempre he intentado ayudarte en todo y soy consciente de que no recuerdas nada, pero si quieres respuestas porqué no me lo dices abiertamente -alzo la mirada, sus ojos brillaban por las lagrimas y yo sentí que debía besarla. Probé sus labios carnosos, el sabor de su boca, su aliento en mi aliento, una vez acabado nos miramos sin decir nada y caminamos en silencio hacia la posada.

¿Podemos pasar esta noche juntos? - dijo Canah al entrar en la habitación
Me acerqué a ella y acaricié su mejilla, deslicé mis manos por sus hombros y le di un abrazo.

 Hoy prefiero dormir solo... -contesté lanzando una manta en el frío suelo

Se tumbó en la cama sin decir nada y yo apagué las velas quedándonos a oscuras en la habitación, palpé el suelo hasta hallar mi manta y me tumbé. Tome una decisión, a la mañana siguiente le contaría todo, si quería que ella me ayudara debía saber cómo aparecí en este mundo realmente. Cerré los ojos intentando plantear la mejor manera de explicarlo pero... me dormí.

Abrí los ojos nuevamente y todo se mantenía a oscuras, quizás todavía era de noche. Me dolía la cabeza, sudaba y estaba un poco mareado, tenía un poco de resaca fruto de la juerga nocturna, me giré a la derecha y el reloj marcaba las 3:15 h. Un momento, mi reloj estaba allí, mis ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad y todo me era muy familiar, mi cama, mi armario... Me levanté sobresaltado y encendí la luz, mi mujer no estaba en la cama a mi lado, salí hacia el pasillo esperando encontrarla, la puerta de mis hijos estaba cerrada y escuchaba a mi mujer cantándoles una nana para dormirlos, me sentí aliviado por fin estaba a salvo en casa lejos de esa pesadilla terrible de la que no había sido capaz de despertar. Esperé unos instantes en la puerta, me moría de ganas por irrumpir en la habitación y abrazar a mi familia, sentía que había pasado mucho tiempo y también tenía ganas de explicarles lo ocurrido. Se hizo el silencio de nuevo en la casa, mi mujer ya no cantaba y tampoco se escuchaba a ninguno de mis hijos, signo de que estaban ya en el más maravilloso de los sueños. Comencé a impacientarme al ver que ya no salía de la habitación y decidí entrar, seguramente mi mujer se habría acostado en la cama de mi hija a dormir. Abrí lentamente la puerta para no hacer ruido pero solo hallé una habitación vacía. Encendí la luz cuidadosamente , no era la habitación de mis hijos, más bien era la habitación de un bebe recién nacido, todo estaba cuidadosamente colocado para la llegada de un recién nacido. ¿Por qué estaba allí? comencé a repetirme, ¿Por qué no podía volver a mi casa con mi familia?

¡Porque no existen! -dijo una voz extrañamente familiar

Me giré hacia la puerta y no vi a nadie, quien quiera que fuere estaba jugando al escondite conmigo...

¿Dónde estaaaaaas? -grité llevándome las manos a la cabeza con gesto de rabia e impotencia  

Aquí arriba... ja ja ja - dijo de nuevo la voz misteriosa

Alcé la vista y allí la vi de nuevo, ojos vacios, capa negra y harapienta y una estúpida sonrisa dibujada en su cara... No llegaba completamente a reconocer su rostro a pesar de resultarme extremadamente familiar.
¿ Qué te pasa? ¿No sabes quién soy? - dijo retirándose la capucha completamente

Una melena rubia y rizada cayó hasta sus hombros, rostro pálido como la nieve, cejas anchas, ojos grandes y nariz chata, tenía una pequitas por la nariz. No lo podía creer, aquella mujer era mi madre... pero ¿Cómo se había convertido en aquello?

No te preocupes... -dijo con voz tranquilizadora- no estoy aquí para hacerte daño, esto es solo un sueño y he aparecido aquí por una razón.

¿Qué razón? - dije adelantándome- No me interesa nada lo que tengas que decirme.

¡Oh! pobrecito... solo quería decirte que voy a disfrutar mucho haciéndote sufrir Frank, vas a morir ya lo creo... pero no será una muerte rápida y tampoco indolora créeme.

¿ Y crees que voy a creer algo de lo que me has dicho? -dije envalentonándome - tú misma lo has dicho ¡Solo es un sueño!

Cuando despiertes Frank, todo el mundo estará en pánico y el mal habrá llegado y yo estaré allí para ver cómo te traicionan los demás. Estoy deseando verte la cara cuando llegue el momento

No te creo -contesté confiado

¿Oyes eso Frank? - dijo mi madre sonriendo - ya llegan y están aquí por ti

Un sonido de campanas se escuchaba a lo lejos, advirtiendo de algún peligro

Ya va siendo hora de que despiertes y te enfrentes a tú destino - dijo mientras se abalanzaba contra mí.

Me cogió tan de sorpresa que me sentí incapaz de defenderme, introdujo su mano en mi pecho y noté como estrujaba mi corazón mientras carcajeaba, el dolor era insoportable...

Abrí de nuevo los ojos, la brisa entraba por mi ventana con suavidad. Me dolía mucho el pecho y estaba completamente empapado en sudor. Me levanté para hablar con Canah, necesitaba contarle lo ocurrido tanto si era un sueño como si no, debía contar con ella. Me acerqué a la ventana para tomar un poco de aire antes de afrontar la realidad, las campanas comenzaron a repicar en señal de alarma, todas ellas se escuchaban a lo largo y ancho de la ciudad. Canah se levantó de golpe y se acercó a la ventana con cara de sorpresa. Un grito estruendoso procedente desde la entrada a la ciudad se escuchó por encima del sonido de las campanas casi borrándolo.


¡Están aquí! -exclamó Canah - y han venido a por ti  

Recogimos nuestras cosas de la habitación rápidamente, debíamos huir de allí antes de que entraran en la ciudad, se podía escuchar los gritos de la gente en la calle, presa del pánico en la oscuridad de la noche. Salimos como una exhalación de la posada sin saber muy bien a dónde dirigirnos...

Espera, un segundo Canah -dije deteniéndome para recuperar un poco el aliento- hay algo que debo contarte primero.

Creo que no es el momento -contestó sorprendida- dadas las circunstancias. Es mejor que huyamos de la ciudad

Pero... yo no quiero huir Canah. Necesito saber que está pasando

Escúchame Frank, yo voy a protegerte -dijo colocando su mano en mi mejilla- no puedo permitirme que te hagan daño

Me sentía seguro a su lado, era la clase de persona que me hacía olvidar que una masa de sombras asesinas quería matarme. Alguien a quien proteger de verdad...

¡Escúchame! -exclamé- antes tuve un sueño, me advirtieron que esto pasaría. La persona que me hablaba era mi madre... tengo que ir a ver qué está pasando Canah. ¿Lo entiendes?

Ella asintió con la cabeza sonriendo y me hizo un gesto para que la siguiera. Corrimos calle abajo hacia la entrada de la ciudad, no sabía qué plan tenía en su mente pero era mejor confiar en ella. Los portones de madera permanecían cerrados, alrededor se estaban agolpando innumerables soldados para hacer frente a la posible amenaza que se avecinaba. La gente corría de un lado a otro asustada, un pequeño grupo de soldados se estaba encargando de dirigir a la gente hacia el edificio central de forma correcta y ordenada, pero... no eran suficientes. Seguimos avanzando hasta llegar al pie de la muralla, allí descubrimos unas escaleras que permitían el acceso a la parte superior. Canah me hizo un gesto para que subiera, los soldados estaban tan ocupados que ni siquiera se habían dado cuenta de nuestra presencia. ya en lo alto nos asomamos al exterior para ver a que nos enfrentábamos...

Un grupo muy reducido de aquellas cosas se había congregado frente a las puertas, cuatro de ellos portaban lo que parecía una valiosa carga, me recordaron a los cofrades de semana santa. Por su actitud parecía más bien que vinieran a dialogar que a matar. En el interior de la muralla los soldados seguían en formación, impasibles y a la espera de cualquier amenaza. Las puertas se abrieron tímidamente dando salida a un portavoz, posiblemente un general, encaminándose hacia la más absoluta oscuridad.

¿Qué quieren? -gritó desenvainando su espada y dirigiéndola hacia ellos. Su rugido pudo escucharse en toda la ciudad.

Uno de ellos se acercó hacia la carga que portaban y la destapó dejando a la vista oro, joyas y objetos de valor incalculable.

Solo... a una persona -dijo con voz tenebrosa- un muchacho llegó ayer a la ciudad, entréguenlo y todo esto será vuestro.

No estoy en venta -contestó el general dándose la vuelta y encaminándose de nuevo hacia el interior

¡No se marche tan deprisa! -gritó la extraña sombra- ¿Podrá soportar la imagen de la muerte en su ciudad?

 Volveremos de aquí dos noches con un ejército, ustedes eligen oro o... muerte. ¿Vale más una vida que cientos de ellas?

El general continuó cabizbajo hacia la entrada de la ciudad, una sombra cortó su avance hacia el interior


Si el muchacho escapa... también morirán -dicho esto desaparecieron dejando tras de sí el eco de una carcajada.

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