El
camino bordeaba las montañas hasta la cumbre, la coronamos bien entrado el
mediodía. Era el punto intermedio del viaje y nos detuvimos a comer, desde
dónde nos encontrábamos se podía observar todavía la costa donde aparecí la
primera vez, el río donde me mojé los pies e incluso como un puntito pequeño la
cabaña de Canah. Seguí observando maravillado mientras me comía mi porción de
queso, el viento me inspiraba paz y tranquilidad, sabía que pronto dejaríamos
de estar en peligro y con un poco de suerte conseguiría volver a mi casa de
nuevo con mi familia. Me evadí en mis pensamientos unos instantes, la cara de
mis perseguidores me eran bastante familiares, el primero lo habia tenido tan
cerca... ¿quien era? ¿quizás alguien de mi familia? ¿Algun amigo que ya no lo
era? Recordé mi colegio, en clase era un niño repudiado supongo que por ser
pobre y llevar ropa usada, me insultaban, me quitaban el bocadillo... siempre
quería vengarme de ellos.
¡Un
momento! -exclamé en voz alta- ahora lo recuerdo, la sombra que mataste anoche
me atormentaba cuando era un crío estoy seguro. Desde luego se veia como una
persona algo mas mayor... pero era el gracioso de mi clase.
¡No
creo Frank! -dijo Canah poco sorprendida.
¡Estoy
seguro! -exclamé- además las otras cuatro eran sus amigos...
Sigamos
el camino -dijo Canah desviando el tema sin acerme caso- Te recuerdo que aun no
estamos a salvo -dijo Canah señalando hacia las montañas
Observé
unas cuevas que habían en aquella dirección, unos chillidos ensordecedores como
los de la noche anterior salían de ellas, mientras las miraba Canah se sentó a
mi lado y me abrazó.
No te preocupes, la luz del sol les quema y por
eso no se atreven a salir. -comentó Canah- pero debemos partir
La
verdad me quedé bastante aliviado, parecían bastante inquietas por algo, busqué
más cuevas guiado por el sonido ensordecer que producían aquellas extrañas
criaturas. Había una bastante cercana, a unos 10 minutos de camino, se podía
observar en la entrada como estaban agolpadas mirándonos con esos ojos vacíos,
esperando el momento oportuno para venir a atacarnos. les lancé unas piedras en
señal de protesta, sabía que no llegarían pero al menos serviría para
provocarlas, con un poco de suerte mataría algunas con la luz del sol. Éstas
respondieron con mas gritos, se estaban comenzando a acumular bastantes y ya
casi no podía distinguir el número. Salieron un par juntas, avanzando unos
metros aprovechando la sombra que creaban unos salientes, pero pronto les
alcanzó la luz y se extinguieron por completo.
Frank
¡Qué estás haciendo! -me reprochó Canah.
Provocarlas
para que se maten -dije señalando la cueva
Unas
cuantas sombras formaron una bola y se lanzaron colina abajo, esta vez el
resultado fue distinto, se fueron extinguiendo poco a poco pero se quedaron a
escasos 100 metros de nosotros. Nos quedamos asombrados ante el resultado de
los acontecimientos.
Rápido
Frank -gritó Canah mientras montaba nuestro corcel - están desesperadas por
atraparte
Monté
a Orphen mientras observaba esta vez una pelota aún más grande, habrían cientos
de ellas rodando colina abajo, cabalgamos rápidamente hacia las murallas de la
ciudad, la masa de sombras no se hacía más pequeña por que se unían más de
ellas cuando pasábamos cerca de una cueva, decidí no mirar atrás, agarré a
Canah con todas mis fuerzas y recé para que mi caballo llegara sano y salvo a
nuestro destino.
Pasadas
dos horas ya no se advertían los gritos detrás de nosotros y decidimos darle un
respiro al pobre animal, me bajé para que descansara y camine al lado de Canah.
Las murallas de la ciudad se alzaban al frente majestuosas, por fin habíamos
alcanzado nuestro destino y estábamos a salvo.
Ya veo... -dijo la señora con tono irónico y mirando a Canah de arriba abajo.
Ella intentó proseguir con la faena pero esta vez quería cobrar por adelantado, vamos que era una prostituta y yo por lo visto era cliente habitual por eso se había asustado tanto. Ya me extrañaba que tuviera tanto éxito con las mujeres. Me despedí de ella amablemente y me dirigí por el callejón a la taberna en busca de algo que me refrescara la garganta.
Pasadas
dos horas ya no se advertían los gritos detrás de nosotros y decidimos darle un
respiro al pobre animal, me bajé para que descansara y camine al lado de Canah.
Las murallas de la ciudad se alzaban al frente majestuosas, por fin habíamos
alcanzado nuestro destino y estábamos a salvo.
No lo
recordarás -comenzó a decir Canah -pero ambos leíamos el diario de mi padre en
el que narraba sus relatos de cómo conoció a mi madre en la ciudad, los lugares
que visitaron, el tiempo que se tardaba en recorrer los campos... fantaseabas
con hacer lo mismo
Una imagen de Canah mucho más pequeña y
divertida se aclaró en mi mente, la imaginé riendo con un libro de piel lleno
de mapas y garabatos. ¿Y si realmente la conocía de pequeño? Comenzaba a dudar
de mi mismo, de si todo lo que había vivido hasta el momento era real o no. Por
mi mente se volvió a pasear la idea de que algo me estaban ocultando y quizás
Canah era la que estaba provocando todo esto.
Nos
plantamos frente a la muralla, tendría mas o menos la altura de un edificio de
cuatro pisos, las paredes eran de piedra natural, al parecer esta gente tenía
grandes conocimientos de arquitectura. Observé una bóveda junto a un gran
portón de madera, similar al de una catedral pero mucho mas alto, estaba
ansioso por entrar y descubrir que mas cosas aguardaban.
Oye
Frank... intentemos pasar desapercibidos, una vez dentro ya buscaremos a
alguien que nos ayude.
Canah
se encaminó hacia el portón y yo la seguí de cerca, un guardia custodiaba la
entrada y ya nos observaba con cara de pocos amigos
Per,
perdona -dijo dirigiéndose al guardia - mi amigo se ha golpeado la cabeza y no
sabe muy bien lo que hace ni lo que dice, se llama Frank. ¿Podriamos pasar para
buscar ayuda?
El
guardia me miró fijamente con cara de desconfianza y de repente esbozó una
sonrisa.
¿ Y tú
eres? -pregunté con cara de sorpresa
Caray,
sí que es grave lo del golpe muchacha, pues conozco a Frank desde hace muchos
años, os acompañaré hasta la posada, allí podrán encontrar al médico de la
ciudad -y haciendo un gesto de reverencia hacia ella le dijo - mi nombre es
Vanian, guardián de las puertas de Nibel para servirle en lo que guste
señorita....
Pero
si usted nos acompaña, ¿quién guardará las puertas? -comentó Canah, intentando
desambarazarse de aquel individuo
¡Novatooo!
Cúbreme - grito Vanian
Un
joven chico bajo de la torre rápidamente y se posó delante de la puerta
inmóvil, era bastante fornido e imponía bastante, tenia el cabello negro,corto
y rizado, sus facciones eran bastante toscas y andaba cubierto con un paño
solamente y su espada.
Seguí
de bastante cerca a la adorable Canah, acompañada del soldado arrogante, me evadí en mis pensamientos mientras él
trataba de hacerse lo más caballeroso posible. Realmente no sabía dónde estaba
ni que pasaba y si realmente lo que
estaba viviendo era cierto, mi familia, mi trabajo, mis amigos ... quizás los
había perdido. Tambiém era extraño que desde que abrí la puerta y aparecí en
aquel lugar no paraba de encontrarme con gente desconocida que me conocía y
gente que me conocía y queria matarme.
Llegamos
por fin a nuestro destino, la posada no era excesivamente grande pero sería
suficiente, cruzamos los tres el umbral de la puerta, un pequeño mostrador de
madera cruzaba la entrada, detrás una señora de mediana edad nos sonreía.
Sostenía una llave en la mano derecha
¿La
habitación de siempre Frank? -preguntó de repente la señora
Canah
y yo nos miramos, asombrados de que aquella mujer también me conociera
Si,
Adela - se adelantó Vanian- el chico se ha dado un golpe en la cabeza y
necesita que le vea un médico
Oh,
pero eso es horrible- dijo la mujer llevandose las manos a la cabeza
Tranquilidad,
no es para tanto -contesté- de momento estoy bien, solo necesito descansar.
Ya veo... -dijo la señora con tono irónico y mirando a Canah de arriba abajo.
Tomé la
llave de la habitación y nos despedimos de nuestro guardian personal, el cual
se resistía a abandonarnos o más bien a abandonar a Canah, insistía en hablar
con el médico para explicarle la gravedad de la situación. Yo me negué en
rotundo y comncé a subir las escaleras hasta nuestra habitación. Cruzamos el
umbral de la puerta y encendimos unas velas que iluminaron la estancia, era
bastante amplia y se encontraba muy ordenada, tenía una sola camba pero
bastante grande. Abrí el ventanuco, una música sonaba bastante cerca y la gente
en la ciudad estaba bastante entusiasmada signo de que nos hallábamos cerca de
algun tipo de festividad.
Canah
estaba bastante agotada y se echó pronto a dormir, yo me quedé admirando la
vista de la ciudad desde la ventana, tenía una perspectiva circular con una
gran muralla rodeándola, cuatro torreones en norte, sur, este y oeste desde los
que se cubría cualquier ángulo de visión exterior, en cada torreón había una
campana dorada. En el centro de la ciudad había una gran plaza, bien iluminada
por cierto ya que estaba todo el mundo celebrando algo, un gran edificio se
erguía en el centro de la plaza, siendo el más alto de la ciudad sería el más
importante seguro. Lo más curioso es que todas las casas de la ciudad se habían
construido mirando de frente ese edificio, seguramente sería lugar de culto una
especie de iglesia con forma rectangular.
Decidí
dar una vuelta ya que Canah se había dormido y yo la verdad estaba un poco
confuso, ya no sabía que creer y necesitaba respuestas, indagué por los cajones
sin hacer mucho ruido en busca de algo de valor por si tenía que pagarme un
trago. Canah hizo un par de amagos de despertarse así que desistí en mi
búsqueda y salí a la calle sin un clavel en el bolsillo. Caminé en dirección al
centro de la ciudad, observé que unos canales la dividían en distritos y por
supuesto también en clases sociales, si es que vaya dónde vayas todo es igual
siempre, ricos y pobres, gente con poder que se corrompe y se aprovecha de los
que más necesitan nuestra ayuda. Ojalá pudiera hacer algo para cambiarlo....
Conseguí
llegar a mi destino guiado por el sonido de los tambores, la entrada a la plaza
estaba abarrotada de gente y yo intentaba hacerme un hueco con educación pero
la verdad no me estaba resultando nada fácil explicarles a una manada de
borregos que quería acceder a la tasca que había unos metros más allá. De repente una mano agarró mi brazo y tiró
con fuerza, sin comerlo ni beberlo estaba en un callejón paralelo y vacío en el
que nadie en su sano juicio osaría entrar, quizás por eso pasaba tan
desapercibido. Una joven me miraba con una sonrisa mientras sostenía aún mi
brazo, llevaba una ropa bastante ceñida que le sentaba muy bien, un buen
escote, su pelo recogido estaba un poco pasado de moda pero...
Frank
¿que hacías ahí con el tumulto? -preguntó mientras la observaba de arriba a
abajo- ¿ te gusta el culito que me hace mi modelito nuevo? Me lo he comprado
expresamente para ti
¿ Eres
mi novia? -pregunté rápidamente
Jajaja
por Dios Frank, ¿ cuánto has bebido ? - dijo entre carcajadas - si quieres por
un rato, puedo ser lo que tú quieras tonto -y acabando la frase me empotró
contra el callejón. Su mano empezó a recorrer mi pierna hasta introducirse
dentro de mi pantalón y yo como es lógico estaba bastante excitado, puso cara
de sorpresa pero no pareció desagradarle en absoluto ya que acto seguido me
quitó la camisa y empezó a deslizar su lengua por mi pecho poco a poco, casi
podía sentir su aliento en mis partes y
yo la verdad en ese momento estaba dispuesto a dárselo todo. Se detuvo de
golpe.
Frank,
¿estás enfermo?- dijo de repente mi misteriosa amiga
El
tono de su voz me hizo salir de ese hermoso clímax al que habría llegado sin
duda en cuanto su lengua hubiera rozado mis partes, abrí los ojos con
desilusión y vi el miedo en sus ojos mirando mis partes despojadas de su
pantalón
Que me
pasa, que me pasa -comencé a mirarme horrorizado
Tus,
tus pelotas, se te ha caído todo el pelo... y de las piernas y en el pecho
tampoco tienes
Esta
vez no pude evitar reírme, pero vamos a ver, esta chica no sabía lo que era la
cera o qué, como es lógico me había hecho la depilación integral, que el pelo
es un poco antihigiénico. Una imagen de su pubis peludo invadió mi mente y me
bajo el lívido hasta el suelo la verdad, me acababa de desmotivar por completo
y pensar que le habría dado lo suyo muy alegremente y más aún si teníamos en
cuenta que era un hombre casado y el sexo escaseaba en casa. En fin, intenté
explicarle a mi nueva amiga que había sido producto de un afeitado, básicamente
como la barba y que no estaba enfermo ni era contagioso.
Ella intentó proseguir con la faena pero esta vez quería cobrar por adelantado, vamos que era una prostituta y yo por lo visto era cliente habitual por eso se había asustado tanto. Ya me extrañaba que tuviera tanto éxito con las mujeres. Me despedí de ella amablemente y me dirigí por el callejón a la taberna en busca de algo que me refrescara la garganta.
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