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lunes, 22 de julio de 2013

7mo Capítulo: Una ciudad tras una gran muralla

El camino bordeaba las montañas hasta la cumbre, la coronamos bien entrado el mediodía. Era el punto intermedio del viaje y nos detuvimos a comer, desde dónde nos encontrábamos se podía observar todavía la costa donde aparecí la primera vez, el río donde me mojé los pies e incluso como un puntito pequeño la cabaña de Canah. Seguí observando maravillado mientras me comía mi porción de queso, el viento me inspiraba paz y tranquilidad, sabía que pronto dejaríamos de estar en peligro y con un poco de suerte conseguiría volver a mi casa de nuevo con mi familia. Me evadí en mis pensamientos unos instantes, la cara de mis perseguidores me eran bastante familiares, el primero lo habia tenido tan cerca... ¿quien era? ¿quizás alguien de mi familia? ¿Algun amigo que ya no lo era? Recordé mi colegio, en clase era un niño repudiado supongo que por ser pobre y llevar ropa usada, me insultaban, me quitaban el bocadillo... siempre quería vengarme de ellos.

¡Un momento! -exclamé en voz alta- ahora lo recuerdo, la sombra que mataste anoche me atormentaba cuando era un crío estoy seguro. Desde luego se veia como una persona algo mas mayor... pero era el gracioso de mi clase.

¡No creo Frank! -dijo Canah poco sorprendida.

¡Estoy seguro! -exclamé- además las otras cuatro eran sus amigos...

Sigamos el camino -dijo Canah desviando el tema sin acerme caso- Te recuerdo que aun no estamos a salvo -dijo Canah señalando hacia las montañas

Observé unas cuevas que habían en aquella dirección, unos chillidos ensordecedores como los de la noche anterior salían de ellas, mientras las miraba Canah se sentó a mi lado y me abrazó.

No  te preocupes, la luz del sol les quema y por eso no se atreven a salir. -comentó Canah- pero debemos partir

La verdad me quedé bastante aliviado, parecían bastante inquietas por algo, busqué más cuevas guiado por el sonido ensordecer que producían aquellas extrañas criaturas. Había una bastante cercana, a unos 10 minutos de camino, se podía observar en la entrada como estaban agolpadas mirándonos con esos ojos vacíos, esperando el momento oportuno para venir a atacarnos. les lancé unas piedras en señal de protesta, sabía que no llegarían pero al menos serviría para provocarlas, con un poco de suerte mataría algunas con la luz del sol. Éstas respondieron con mas gritos, se estaban comenzando a acumular bastantes y ya casi no podía distinguir el número. Salieron un par juntas, avanzando unos metros aprovechando la sombra que creaban unos salientes, pero pronto les alcanzó la luz y se extinguieron por completo.

Frank ¡Qué estás haciendo! -me reprochó Canah.

Provocarlas para que se maten -dije señalando la cueva

Unas cuantas sombras formaron una bola y se lanzaron colina abajo, esta vez el resultado fue distinto, se fueron extinguiendo poco a poco pero se quedaron a escasos 100 metros de nosotros. Nos quedamos asombrados ante el resultado de los acontecimientos.

Rápido Frank -gritó Canah mientras montaba nuestro corcel - están desesperadas por atraparte
Monté a Orphen mientras observaba esta vez una pelota aún más grande, habrían cientos de ellas rodando colina abajo, cabalgamos rápidamente hacia las murallas de la ciudad, la masa de sombras no se hacía más pequeña por que se unían más de ellas cuando pasábamos cerca de una cueva, decidí no mirar atrás, agarré a Canah con todas mis fuerzas y recé para que mi caballo llegara sano y salvo a nuestro destino.


Pasadas dos horas ya no se advertían los gritos detrás de nosotros y decidimos darle un respiro al pobre animal, me bajé para que descansara y camine al lado de Canah. Las murallas de la ciudad se alzaban al frente majestuosas, por fin habíamos alcanzado nuestro destino y estábamos a salvo.

Pasadas dos horas ya no se advertían los gritos detrás de nosotros y decidimos darle un respiro al pobre animal, me bajé para que descansara y camine al lado de Canah. Las murallas de la ciudad se alzaban al frente majestuosas, por fin habíamos alcanzado nuestro destino y estábamos a salvo.

No lo recordarás -comenzó a decir Canah -pero ambos leíamos el diario de mi padre en el que narraba sus relatos de cómo conoció a mi madre en la ciudad, los lugares que visitaron, el tiempo que se tardaba en recorrer los campos... fantaseabas con hacer lo mismo

 Una imagen de Canah mucho más pequeña y divertida se aclaró en mi mente, la imaginé riendo con un libro de piel lleno de mapas y garabatos. ¿Y si realmente la conocía de pequeño? Comenzaba a dudar de mi mismo, de si todo lo que había vivido hasta el momento era real o no. Por mi mente se volvió a pasear la idea de que algo me estaban ocultando y quizás Canah era la que estaba provocando todo esto.

Nos plantamos frente a la muralla, tendría mas o menos la altura de un edificio de cuatro pisos, las paredes eran de piedra natural, al parecer esta gente tenía grandes conocimientos de arquitectura. Observé una bóveda junto a un gran portón de madera, similar al de una catedral pero mucho mas alto, estaba ansioso por entrar y descubrir que mas cosas aguardaban. 

Oye Frank... intentemos pasar desapercibidos, una vez dentro ya buscaremos a alguien que nos ayude.
Canah se encaminó hacia el portón y yo la seguí de cerca, un guardia custodiaba la entrada y ya nos observaba con cara de pocos amigos

Per, perdona -dijo dirigiéndose al guardia - mi amigo se ha golpeado la cabeza y no sabe muy bien lo que hace ni lo que dice, se llama Frank. ¿Podriamos pasar para buscar ayuda?

El guardia me miró fijamente con cara de desconfianza y de repente esbozó una sonrisa.

¿ Y tú eres? -pregunté con cara de sorpresa

Caray, sí que es grave lo del golpe muchacha, pues conozco a Frank desde hace muchos años, os acompañaré hasta la posada, allí podrán encontrar al médico de la ciudad -y haciendo un gesto de reverencia hacia ella le dijo - mi nombre es Vanian, guardián de las puertas de Nibel para servirle en lo que guste señorita....

Pero si usted nos acompaña, ¿quién guardará las puertas? -comentó Canah, intentando desambarazarse de aquel individuo

¡Novatooo! Cúbreme - grito Vanian

Un joven chico bajo de la torre rápidamente y se posó delante de la puerta inmóvil, era bastante fornido e imponía bastante, tenia el cabello negro,corto y rizado, sus facciones eran bastante toscas y andaba cubierto con un paño solamente y su espada.

Seguí de bastante cerca a la adorable Canah, acompañada del soldado arrogante,  me evadí en mis pensamientos mientras él trataba de hacerse lo más caballeroso posible. Realmente no sabía dónde estaba ni que pasaba  y si realmente lo que estaba viviendo era cierto, mi familia, mi trabajo, mis amigos ... quizás los había perdido. Tambiém era extraño que desde que abrí la puerta y aparecí en aquel lugar no paraba de encontrarme con gente desconocida que me conocía y gente que me conocía y queria matarme.

Llegamos por fin a nuestro destino, la posada no era excesivamente grande pero sería suficiente, cruzamos los tres el umbral de la puerta, un pequeño mostrador de madera cruzaba la entrada, detrás una señora de mediana edad nos sonreía. Sostenía una llave en la mano derecha

¿La habitación de siempre Frank? -preguntó de repente la señora

Canah y yo nos miramos, asombrados de que aquella mujer también me conociera

Si, Adela - se adelantó Vanian- el chico se ha dado un golpe en la cabeza y necesita que le vea un médico

Oh, pero eso es horrible- dijo la mujer llevandose las manos a la cabeza

Tranquilidad, no es para tanto -contesté- de momento estoy bien, solo necesito descansar.


Ya veo... -dijo la señora con tono irónico y mirando a Canah de arriba abajo.

Tomé la llave de la habitación y nos despedimos de nuestro guardian personal, el cual se resistía a abandonarnos o más bien a abandonar a Canah, insistía en hablar con el médico para explicarle la gravedad de la situación. Yo me negué en rotundo y comncé a subir las escaleras hasta nuestra habitación. Cruzamos el umbral de la puerta y encendimos unas velas que iluminaron la estancia, era bastante amplia y se encontraba muy ordenada, tenía una sola camba pero bastante grande. Abrí el ventanuco, una música sonaba bastante cerca y la gente en la ciudad estaba bastante entusiasmada signo de que nos hallábamos cerca de algun tipo de festividad.

Canah estaba bastante agotada y se echó pronto a dormir, yo me quedé admirando la vista de la ciudad desde la ventana, tenía una perspectiva circular con una gran muralla rodeándola, cuatro torreones en norte, sur, este y oeste desde los que se cubría cualquier ángulo de visión exterior, en cada torreón había una campana dorada. En el centro de la ciudad había una gran plaza, bien iluminada por cierto ya que estaba todo el mundo celebrando algo, un gran edificio se erguía en el centro de la plaza, siendo el más alto de la ciudad sería el más importante seguro. Lo más curioso es que todas las casas de la ciudad se habían construido mirando de frente ese edificio, seguramente sería lugar de culto una especie de iglesia con forma rectangular.

Decidí dar una vuelta ya que Canah se había dormido y yo la verdad estaba un poco confuso, ya no sabía que creer y necesitaba respuestas, indagué por los cajones sin hacer mucho ruido en busca de algo de valor por si tenía que pagarme un trago. Canah hizo un par de amagos de despertarse así que desistí en mi búsqueda y salí a la calle sin un clavel en el bolsillo. Caminé en dirección al centro de la ciudad, observé que unos canales la dividían en distritos y por supuesto también en clases sociales, si es que vaya dónde vayas todo es igual siempre, ricos y pobres, gente con poder que se corrompe y se aprovecha de los que más necesitan nuestra ayuda. Ojalá pudiera hacer algo para cambiarlo....

Conseguí llegar a mi destino guiado por el sonido de los tambores, la entrada a la plaza estaba abarrotada de gente y yo intentaba hacerme un hueco con educación pero la verdad no me estaba resultando nada fácil explicarles a una manada de borregos que quería acceder a la tasca que había unos metros más allá.  De repente una mano agarró mi brazo y tiró con fuerza, sin comerlo ni beberlo estaba en un callejón paralelo y vacío en el que nadie en su sano juicio osaría entrar, quizás por eso pasaba tan desapercibido. Una joven me miraba con una sonrisa mientras sostenía aún mi brazo, llevaba una ropa bastante ceñida que le sentaba muy bien, un buen escote, su pelo recogido estaba un poco pasado de moda pero...

Frank ¿que hacías ahí con el tumulto? -preguntó mientras la observaba de arriba a abajo- ¿ te gusta el culito que me hace mi modelito nuevo? Me lo he comprado expresamente para ti

¿ Eres mi novia? -pregunté rápidamente

Jajaja por Dios Frank, ¿ cuánto has bebido ? - dijo entre carcajadas - si quieres por un rato, puedo ser lo que tú quieras tonto -y acabando la frase me empotró contra el callejón. Su mano empezó a recorrer mi pierna hasta introducirse dentro de mi pantalón y yo como es lógico estaba bastante excitado, puso cara de sorpresa pero no pareció desagradarle en absoluto ya que acto seguido me quitó la camisa y empezó a deslizar su lengua por mi pecho poco a poco, casi podía sentir su aliento  en mis partes y yo la verdad en ese momento estaba dispuesto a dárselo todo. Se detuvo de golpe.

Frank, ¿estás enfermo?- dijo de repente mi misteriosa amiga

El tono de su voz me hizo salir de ese hermoso clímax al que habría llegado sin duda en cuanto su lengua hubiera rozado mis partes, abrí los ojos con desilusión y vi el miedo en sus ojos mirando mis partes despojadas de su pantalón

Que me pasa, que me pasa -comencé a mirarme horrorizado

Tus, tus pelotas, se te ha caído todo el pelo... y de las piernas y en el pecho tampoco tienes

Esta vez no pude evitar reírme, pero vamos a ver, esta chica no sabía lo que era la cera o qué, como es lógico me había hecho la depilación integral, que el pelo es un poco antihigiénico. Una imagen de su pubis peludo invadió mi mente y me bajo el lívido hasta el suelo la verdad, me acababa de desmotivar por completo y pensar que le habría dado lo suyo muy alegremente y más aún si teníamos en cuenta que era un hombre casado y el sexo escaseaba en casa. En fin, intenté explicarle a mi nueva amiga que había sido producto de un afeitado, básicamente como la barba y que no estaba enfermo ni era contagioso.

Ella intentó proseguir con la faena pero esta vez quería cobrar por adelantado, vamos que era una prostituta y yo por lo visto era cliente habitual por eso se había asustado tanto. Ya me extrañaba que tuviera tanto éxito con las mujeres. Me despedí de ella amablemente y me dirigí por el callejón a la taberna en busca de algo que me refrescara la garganta.

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