Con la
fiesta que había fuera, el lugar estaba bastante tranquilo y vacío. El mesonero
me hizo un gesto de complicidad para que me sentara en la barra, yo me acerqué
para decirle que no tenía nada en los bolsillos pero él insistió en que me
sentara y me sirvió una jarra de cerveza bien fría.
¡Hoy
te invito yo! -dijo mientras se sentaba junto a mí. felizmente accedí y pegué
un buen trago, se notaba un sabor casero y auténtico la verdad.
Bueno
Frank, ¿qué tal te ha ido todo? -preguntó con una sonrisa
Porque
la gente tenía la estúpida manía de preguntarme cosas, cada vez que conocía a
alguien nuevo para mí, empezaba con el interrogatorio
Vamos
Frank -insistió el mesonero- hace seis meses que no te veo, seguro que tienes
un montón de aventuras que contarme, a fin de cuentas fuiste en busca de eso y
ahora deberías compartirlas con tu mejor amigo.
La
verdad que no sabía que contarle pero me apetecía emborracharle y a su vez
emborracharme a mí, y comencé a hacerme de rogar un poco para que sacara más
pintas. Con un poco de suerte alargaría su lengua y sacaría algo en claro de
todo esto. Mi supuesto amigo no se negó a tal ofrenda con tal de sacar
información útil que contar luego a sus parroquianos, por lo visto la mayor
atracción de la taberna eran las supuestas historias que yo le contaba desde
que nos conocimos y por lo visto no solo me invitaba por ello si no que también
me pagaba, siempre he sido un poco charlatán pero no tanto como para ganarme la
vida de esa manera.
Tanto
bebimos que empecé a perder la noción de lo que estaba contando, comencé a
hablar de mi casa, mi coche que se estropeaba cada dos por tres, los sermones
que me montaba mi mujer, la gente en la taberna comenzó a reunirse junto a
nosotros para intentar entender lo que estábamos hablando. Me subí a la barra,
la verdad no sé ni cómo lo logré porque iba bastante cocido. Me disponía a
hacer el ridículo cuando la puerta se abrió y una figura conocida apareció,
ojos de color miel, melena castaña y unos labios preciosos...
¡Mirad,
es mi salvadora! -grité de repente
Canah
estaba frente a mí con mirada de desaprobación, al parecer se había despertado
y al no verme salió en mi busca. Me agarró por el hombro y me sacó de aquel
tugurio. Yo andaba bastante mareado, la luz de la luna iluminaba su rostro, de
sus ojos brotaron dos lágrimas y yo me sentí culpable en aquel momento,
caminamos unos metros lejos del barullo en silencio, ella era todo mi apoyo en
ese momento.
¿ No
te das cuenta que estoy preocupada por ti? -comenzó, y bajó levemente su mirada
yo....,
lo siento! quería respuestas, para mi eras una desconocida hace tres días y no
sé qué pensar, ni siquiera sé que me ha pasado y si volveré al lugar de donde
vengo, me siento atrapado aquí... y no me di cuenta de lo que estaba pasando.
Siempre
he intentado ayudarte en todo y soy consciente de que no recuerdas nada, pero
si quieres respuestas porqué no me lo dices abiertamente -alzo la mirada, sus
ojos brillaban por las lagrimas y yo sentí que debía besarla. Probé sus labios
carnosos, el sabor de su boca, su aliento en mi aliento, una vez acabado nos
miramos sin decir nada y caminamos en silencio hacia la posada.
¿Podemos
pasar esta noche juntos? - dijo Canah al entrar en la habitación
Me
acerqué a ella y acaricié su mejilla, deslicé mis manos por sus hombros y le di
un abrazo.
Hoy prefiero dormir solo... -contesté lanzando
una manta en el frío suelo
¡Están aquí! -exclamó Canah - y han venido a por ti
Si el muchacho escapa... también morirán -dicho esto desaparecieron dejando tras de sí el eco de una carcajada.
Se
tumbó en la cama sin decir nada y yo apagué las velas quedándonos a oscuras en
la habitación, palpé el suelo hasta hallar mi manta y me tumbé. Tome una
decisión, a la mañana siguiente le contaría todo, si quería que ella me ayudara
debía saber cómo aparecí en este mundo realmente. Cerré los ojos intentando
plantear la mejor manera de explicarlo pero... me dormí.
Abrí
los ojos nuevamente y todo se mantenía a oscuras, quizás todavía era de noche.
Me dolía la cabeza, sudaba y estaba un poco mareado, tenía un poco de resaca
fruto de la juerga nocturna, me giré a la derecha y el reloj marcaba las 3:15
h. Un momento, mi reloj estaba allí, mis ojos se fueron acostumbrando a la
oscuridad y todo me era muy familiar, mi cama, mi armario... Me levanté
sobresaltado y encendí la luz, mi mujer no estaba en la cama a mi lado, salí
hacia el pasillo esperando encontrarla, la puerta de mis hijos estaba cerrada y
escuchaba a mi mujer cantándoles una nana para dormirlos, me sentí aliviado por
fin estaba a salvo en casa lejos de esa pesadilla terrible de la que no había
sido capaz de despertar. Esperé unos instantes en la puerta, me moría de ganas
por irrumpir en la habitación y abrazar a mi familia, sentía que había pasado
mucho tiempo y también tenía ganas de explicarles lo ocurrido. Se hizo el silencio
de nuevo en la casa, mi mujer ya no cantaba y tampoco se escuchaba a ninguno de
mis hijos, signo de que estaban ya en el más maravilloso de los sueños. Comencé
a impacientarme al ver que ya no salía de la habitación y decidí entrar,
seguramente mi mujer se habría acostado en la cama de mi hija a dormir. Abrí
lentamente la puerta para no hacer ruido pero solo hallé una habitación vacía.
Encendí la luz cuidadosamente , no era la habitación de mis hijos, más bien era
la habitación de un bebe recién nacido, todo estaba cuidadosamente colocado
para la llegada de un recién nacido. ¿Por qué estaba allí? comencé a repetirme,
¿Por qué no podía volver a mi casa con mi familia?
¡Porque
no existen! -dijo una voz extrañamente familiar
Me
giré hacia la puerta y no vi a nadie, quien quiera que fuere estaba jugando al
escondite conmigo...
¿Dónde
estaaaaaas? -grité llevándome las manos a la cabeza con gesto de rabia e
impotencia
Aquí
arriba... ja ja ja - dijo de nuevo la voz misteriosa
Alcé
la vista y allí la vi de nuevo, ojos vacios, capa negra y harapienta y una
estúpida sonrisa dibujada en su cara... No llegaba completamente a reconocer su
rostro a pesar de resultarme extremadamente familiar.
¿ Qué
te pasa? ¿No sabes quién soy? - dijo retirándose la capucha completamente
Una melena
rubia y rizada cayó hasta sus hombros, rostro pálido como la nieve, cejas
anchas, ojos grandes y nariz chata, tenía una pequitas por la nariz. No lo
podía creer, aquella mujer era mi madre... pero ¿Cómo se había convertido en
aquello?
No te
preocupes... -dijo con voz tranquilizadora- no estoy aquí para hacerte daño,
esto es solo un sueño y he aparecido aquí por una razón.
¿Qué
razón? - dije adelantándome- No me interesa nada lo que tengas que decirme.
¡Oh!
pobrecito... solo quería decirte que voy a disfrutar mucho haciéndote sufrir
Frank, vas a morir ya lo creo... pero no será una muerte rápida y tampoco
indolora créeme.
¿ Y
crees que voy a creer algo de lo que me has dicho? -dije envalentonándome - tú
misma lo has dicho ¡Solo es un sueño!
Cuando
despiertes Frank, todo el mundo estará en pánico y el mal habrá llegado y yo
estaré allí para ver cómo te traicionan los demás. Estoy deseando verte la cara
cuando llegue el momento
No te
creo -contesté confiado
¿Oyes
eso Frank? - dijo mi madre sonriendo - ya llegan y están aquí por ti
Un
sonido de campanas se escuchaba a lo lejos, advirtiendo de algún peligro
Ya va
siendo hora de que despiertes y te enfrentes a tú destino - dijo mientras se
abalanzaba contra mí.
Me cogió
tan de sorpresa que me sentí incapaz de defenderme, introdujo su mano en mi
pecho y noté como estrujaba mi corazón mientras carcajeaba, el dolor era
insoportable...
Abrí
de nuevo los ojos, la brisa entraba por mi ventana con suavidad. Me dolía mucho
el pecho y estaba completamente empapado en sudor. Me levanté para hablar con Canah,
necesitaba contarle lo ocurrido tanto si era un sueño como si no, debía contar
con ella. Me acerqué a la ventana para tomar un poco de aire antes de afrontar
la realidad, las campanas comenzaron a repicar en señal de alarma, todas ellas
se escuchaban a lo largo y ancho de la ciudad. Canah se levantó de golpe y se
acercó a la ventana con cara de sorpresa. Un grito estruendoso procedente desde
la entrada a la ciudad se escuchó por encima del sonido de las campanas casi
borrándolo.
¡Están aquí! -exclamó Canah - y han venido a por ti
Recogimos
nuestras cosas de la habitación rápidamente, debíamos huir de allí antes de que
entraran en la ciudad, se podía escuchar los gritos de la gente en la calle,
presa del pánico en la oscuridad de la noche. Salimos como una exhalación de la
posada sin saber muy bien a dónde dirigirnos...
Espera,
un segundo Canah -dije deteniéndome para recuperar un poco el aliento- hay algo
que debo contarte primero.
Creo
que no es el momento -contestó sorprendida- dadas las circunstancias. Es mejor
que huyamos de la ciudad
Pero...
yo no quiero huir Canah. Necesito saber que está pasando
Escúchame
Frank, yo voy a protegerte -dijo colocando su mano en mi mejilla- no puedo
permitirme que te hagan daño
Me
sentía seguro a su lado, era la clase de persona que me hacía olvidar que una
masa de sombras asesinas quería matarme. Alguien a quien proteger de verdad...
¡Escúchame!
-exclamé- antes tuve un sueño, me advirtieron que esto pasaría. La persona que
me hablaba era mi madre... tengo que ir a ver qué está pasando Canah. ¿Lo
entiendes?
Ella
asintió con la cabeza sonriendo y me hizo un gesto para que la siguiera.
Corrimos calle abajo hacia la entrada de la ciudad, no sabía qué plan tenía en
su mente pero era mejor confiar en ella. Los portones de madera permanecían
cerrados, alrededor se estaban agolpando innumerables soldados para hacer
frente a la posible amenaza que se avecinaba. La gente corría de un lado a otro
asustada, un pequeño grupo de soldados se estaba encargando de dirigir a la
gente hacia el edificio central de forma correcta y ordenada, pero... no eran
suficientes. Seguimos avanzando hasta llegar al pie de la muralla, allí
descubrimos unas escaleras que permitían el acceso a la parte superior. Canah
me hizo un gesto para que subiera, los soldados estaban tan ocupados que ni
siquiera se habían dado cuenta de nuestra presencia. ya en lo alto nos asomamos
al exterior para ver a que nos enfrentábamos...
Un
grupo muy reducido de aquellas cosas se había congregado frente a las puertas, cuatro
de ellos portaban lo que parecía una valiosa carga, me recordaron a los
cofrades de semana santa. Por su actitud parecía más bien que vinieran a
dialogar que a matar. En el interior de la muralla los soldados seguían en
formación, impasibles y a la espera de cualquier amenaza. Las puertas se
abrieron tímidamente dando salida a un portavoz, posiblemente un general,
encaminándose hacia la más absoluta oscuridad.
¿Qué
quieren? -gritó desenvainando su espada y dirigiéndola hacia ellos. Su rugido
pudo escucharse en toda la ciudad.
Uno de
ellos se acercó hacia la carga que portaban y la destapó dejando a la vista
oro, joyas y objetos de valor incalculable.
Solo...
a una persona -dijo con voz tenebrosa- un muchacho llegó ayer a la ciudad,
entréguenlo y todo esto será vuestro.
No
estoy en venta -contestó el general dándose la vuelta y encaminándose de nuevo
hacia el interior
¡No se
marche tan deprisa! -gritó la extraña sombra- ¿Podrá soportar la imagen de la
muerte en su ciudad?
Volveremos de aquí dos noches con un ejército, ustedes
eligen oro o... muerte. ¿Vale más una vida que cientos de ellas?
El
general continuó cabizbajo hacia la entrada de la ciudad, una sombra cortó su
avance hacia el interior
Si el muchacho escapa... también morirán -dicho esto desaparecieron dejando tras de sí el eco de una carcajada.