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martes, 2 de julio de 2013

1er capitulo: La razón de ser quien soy



A veces contar una historia puede ser algo muy difícil sobre todo cuando se tiene en cuenta que la gente cree en lo que le dicen sus ojos y los sentidos marcan otra dirección, te planteas si serias capaz de contar todo al mínimo detalle para hacer entender a los demás donde estuviste y como te sentiste, encontrar a alguien que se sienta identificado contigo... Soy una persona algo simple así que empezaré a contar lo que me pasó desde el principio...

Mi nombre es Frank y tengo 28 años, nací en un pueblo cercano a Valencia, mi padre nos abandonó en el mismo momento que se enteró de mi existencia, mi madre lo amaba de verdad tan solo era una adolescente en aquel momento y no pudo soportar la idea de quedarse sola conmigo, crecí con la idea de que nos había dejado por mi culpa y siempre mantuvo firme que la había forzado y yo era fruto de esa violación, mi infancia fue un poco triste, mis compañeros de colegio se burlaban de mí, la ropa que usaba nos la donaba la parroquia y vivíamos de las ayudas que nos prestaba la seguridad social, pero si el colegio me parecía un infierno peor era llegar a casa...

Mi madre se gastaba la mayor parte del dinero que recibíamos en alcohol y tabaco así que cuando entraba por la puerta podía tener suerte y que estuviera durmiendo o podía estar esperándome sentada con su botella para enumerárme una a una las tareas que debía realizar en la casa, luego me examinaría para ver si estaba todo más que perfecto, me sentía como su esclavo personal y lo peor de todo es cuando algo no lo hacía como ella quería... aún recuerdo cada paliza que me daba con el palo de la escoba, el tacto de las madera en mi espalda y el sonido seco que hacía hasta que conseguía partirlo, se quedaba satisfecha porque entendía que ya había recibido un castigo justo, entonces se marchaba con su botella de whisky y se volvía a emborrachar,  yo me quedaba solo, llorando y con el único consuelo de rezar para pedir ayuda y que alguien me salvara de ese infierno pero... nadie venía a salvarme.

Con mi madre fuera de combate escogía de la estantería el libro que más me gustaba y desaparecía de aquel lugar triste, a veces viajaba a mundos mágicos y maravillosos con príncipes y malvadas brujas otras en cambio era un amigo inseparable de vampiros, de hecho fantaseaba en convertirme en uno, salir de la ventana y acabar con la vida que llevaba. 


El reloj me estropeaba mi momento de felicidad cuando me indicaba la hora de atender a mi madre y prepararle la cena, tarea casi imposible con una nevera en la que resonaba el eco por lo vacía que estaba. A pesar de ello siempre conseguía hacer algo de su agrado con lo que conseguía que me dejara en paz hasta el día siguiente. 
Así fue el transcurso de mi vida hasta que cumplí 11 años, momento en que conoció a un chico que tenía 18 años y lo engatusó para que se viniera a vivir con nosotros, lo convenció de que me tenía que tratar como un hijo y por supuesto en un año este muchacho ya llevaba toda la carga del hogar, trabajaba de sol a sol y yo procuraba que todo estuviera de su agrado, mi madre dejó de beber y yo pensé que todo iba a cambiar para mejor... pero ni yo dejé de ser un esclavo para ellos ni tampoco dejó de darme palizas, es más le enseñó a él como tenía que domesticarme porque ella ya no tenía la suficiente fuerza para darme una lección, él al principio se rehusaba pero vivía tan enamorado de mi madre que ella supo infundirle el miedo a perderla si no llevaba a cabo la misión de darme mi merecido. 
Como podéis deducir mi adolescencia no fue un camino de rosas precisamente, con la idea del suicidio en mi cabeza crecí, al menos tenía los mi imaginación que me llevaba a otros lugares cuando recibía mis castigos, estaba convencido de que yo no era de este mundo y que probablemente algún día despertaría y estaría en el lugar al que pertenezco. 
Una mañana, mi madre me pidió que no la despertara antes de irme al colegio, mi padrastro llegó de su trabajo nocturno como vigilante de seguridad y le comenté que mi madre me había pedido que no la despertara, cogí mi mochila para irme al colegio y me llamaron a su habitación... fantasee con la idea de salir corriendo porque llegaba tarde pero finalmente accedí y me acerqué para ver que necesitaban, mi madre me miraba con odio y me preguntó claramente por qué no la había despertado, yo le respondí que me lo había pedido ella y estalló en cólera... me dijo que durante los próximos días no iba a ver televisión, y que debería venir corriendo directamente desde el colegio sin hablar con nadie, además me impuso un castigo de copiar 1000 veces '' No volveré a decir mentiras para que mi padre y mi madre se separen y así conseguir ser el centro de atención de esta familia, no tendré envidia ni celos de los demás y obedeceré en todo lo que me pidan'', no habéis leído mal, 1000 veces todo eso... unas lágrimas escaparon de mis mejillas en aquel entonces, me siento ridículo por ello dado que provocó aún más la cólera de mi madre que gritó '' Por llorar copiaras otras 1000 veces, no lloraré por cualquier...'' salí corriendo por el pasillo por qué no pude soportarlo, pero fue peor... mi madre ordenó a mi padrastro que me diera una lección y éste... noté su grande mano en mi nuca y estampó mi cara como un sello contra el suelo.

Me levanté sangrando y me fui corriendo al colegio, llorando, se lo conté a mi mejor amigo en clase y  me convenció para que hablara con el profesor. Esperé a que todo el mundo saliera al recreo y le intenté explicar la situación pero... no me creyó, me tomaban por mentiroso. No fue gracias a  mis profesores que yo hoy esté aquí pero estoy, y fue gracias a mi imaginación. Inventé un lugar para soñar donde yo fuera el protagonista y nadie pudiera herirme, allí tenía mi familia, tenía amigos que realmente no me juzgaban por mi aspecto y todo el mundo me quería, habían lugares maravillosos a los que viajar, o simplemente quedarse tranquilo a observar el curso tranquilo del río, era capaz de imaginar su olor, su tacto... me sentía allí de verdad. 

Al cumplir los 16 años encontré un trabajo, era bastante modesto pero... tenía la oportunidad de labrarme un futuro, la parte negativa es que mi madre se quedaba evidentemente con todo el dinero... y yo empezaba a comprender un poco más la vida, ella ahora me necesitaba y yo decidí irme de casa. Ya no podía retenerme por la fuerza, me había convertido en un muchacho alto y bastante robusto y ni siquiera la fuerza física de mi padrastro podría pararme. Se abrió un mundo diferente para mí, me sentí libre por primera vez en mi vida, podía ir a donde quisiera y con quisiera, alquilé un piso sin amueblar y me marqué unos límites para no desfasarme... durante años el suicidio había ocupado una parte demasiado importante en mi mente y ahora comenzaba a ser un mero recuerdo en mi mente, como todo lo demás.

Ahora ya formaba parte del resto de personas y podía integrarme libremente. Antes de que todo aquel mundo de fantasía desapareciera de mi mente, me mantuve escribiendo poesía en los trayectos de tren que realizaba desde mi casa hasta el trabajo... a veces las regalaba a los viajeros del tren que se fijaban en mí porque les emocionaba, todas ellas hablaban del sufrimiento de mi vida anterior, un sufrimiento que ya no existía y por el que tantas veces había rezado para que se acabara.

Mi suerte había cambiado porque siempre mantuve la esperanza de que así seria y sin pedirlo comenzaron a ocurrirme cosas mejores aún, conseguí un trabajo mucho mejor remunerado en una empresa de carpintería, recorría cada mañana 12 kilómetros andando desde mi casa hasta el polígono donde estaba situada la fábrica, pero no me importaba porque estaba aprendiendo un oficio, luego trabajaba ocho horas diarias reponiendo puertas que pesaban 40 kg, me entretenía bastante contarlas, habían días que llegaba a levantar 280 puertas, luego lo multiplicaba por el peso de cada una y hacía el cálculo exacto del peso que había levantado ese día.  Viendo mis resultados comencé a sentirme más seguro de mí mismo, mi cuerpo se curtió de una manera excepcional, no necesitaba ir al gimnasio para tener un cuerpo cultural, finalmente conseguí un contrato fijo a los pocos meses, comencé a amueblar mi piso, a invitar a chicas a mi casa y a  sentir el cariño de la gente que me rodeaba, mis compañeros de trabajo eran amigos inseparables con los que compartir unas cervezas, salir de marcha... Ellos eran mi familia ahora.

Dejé de leer y escribir completamente, para que necesitaba la fantasía si ahora todo era perfecto, tenía una vida con la que había soñado desde siempre, no obstante seguía evadiéndome de vez en cuando para planificar mi futuro. Me volví un poco ambicioso porque siempre tenía la urgente necesidad de sentirme aceptado y halagado por mi trabajo.

Conocí a Laura ( mi mujer ) una Nochevieja, de fiesta con mis amigos, resultó ser conocida de otro conocido y la casualidad se convirtió en magia aquella noche. Todavía recuerdo que llevaba un pantalón ajustado marrón ( fue lo primero que vi porque estaba de espaldas) y una camisa blanca ceñida que le hacían una figura increíble, me fijé en su pelo rojo como el sol en el ocaso y  largo hasta la cintura, no perdí la ocasión de acercarme para conocerla, se giró y vi entonces la cara más bonita del mundo, ojos azules como el cielo a mediodía, nariz respingona, cara fina y labios perfilados, me quedé prendado en aquel momento... no tendría más de 16 años y yo acababa de cumplir los 18 así que decidí que aquella noche no me iba a separar de ella, me comporté como un verdadero caballero procurando que no le faltara de nada y preocupándome varias veces por el estado de sus pies, ya que llevaba unos tacones impresionantes, yo desde luego admiro a las mujeres por su valentía, jamás podría caminar con un calzado semejante. Aquella noche conseguí que se fijara en mí y al día siguiente solo tuve que conseguir su teléfono y hacer valer mis dotes de Casanova para conseguir una cita los dos solos...

Tras varios SMS ^^finalmente conseguí que nos viéramos a solas y el resto ya os lo imagináis, hicimos planes de futuro y encontramos una casita en una calle muy tranquila con la fachada de piedra, tenía mucho encanto porque a pesar de pertenecer a la ciudad, no circulaban los coches y era el lugar ideal para criar a nuestros hijos, en nuestros planes entraba tener dos por lo menos y así fue como vino Noah al mundo, yo me acababa de quedar sin trabajo pero nada más verla mi mundo cambió y mi forma de pensar también, era incapaz  de entender como unos padres querrían dañar algún día a sus hijos... aquello era, es y será siempre lo más maravilloso del mundo.

Nuestra vida cambió y nos hicimos más hogareños, nuestro país entro en recesión económica y mucha más gente perdió su empleo, yo fui optimista y me lo tomé como una oportunidad para disfrutar de mi hija, me consideraba un ''amo de casa'', al poco tiempo y tras varias entrevistas me contrataron temporalmente en una multinacional del bricolaje, un trabajo soñado para cualquiera en aquel momento que vivíamos y en el cual no solo ganaba un buen sueldo, también tenía una buena flexibilidad horaria y me pagaron formaciones, consiguiendo así mejorar cada día en mi trabajo y sintiéndome mejor conmigo mismo. Gracias a todo aquello conseguí un contrato fijo y nació mi hijo pequeño Oliver...

Como habréis podido comprobar tenía una vida perfecta, tan perfecta que a veces tenía que esperar a que pasara algo, todo se volvió rutina a pesar de que tener hijos sea una aventura... A menudo me evadía en mi imaginación soñando despierto con lugares a los que desearía ir, experiencias que quería vivir e incluso reflexionando sobre todo aquello que no pude hacer de pequeño, pasaba los días deseando tener una máquina del tiempo y volver al pasado con todo el conocimiento que poseo y ayudarme a mí mismo de pequeño para cambiar aquellos pequeños detalles que podrían haber dado otro giro a mi vida.

El resto del tiempo lo pasaba jugando a videojuegos que también me ayudaban a evadirme de la realidad, casi podría parecer un enfermo de la imaginación, aún así todo desaparecía en un instante, bastaba con el sonido de la bocina del coche de atrás porque llevaba un segundo de más parado con el semáforo en verde, maldito infeliz siempre con prisas agobiando en el coche sin disfrutar de la música, de la agradable brisa que entra por la ventanilla o de observar a las diferentes personas que intentan cruzar la calle antes de que el semáforo cambie, ¡si es el lugar perfecto para hurgarnos la nariz! Eso si el tiempo que pasaba en otra realidad era mágico, a veces me veía siendo el número uno en mi empresa, otras veces siendo el protagonista de una historia de amor e incluso envuelto en batallas con espadas, lanzas y dragones. Desde pequeño he querido viajar a la época medieval y ver cómo vivían, ver como se construyeron esos hermosos castillos y catedrales, formar parte de la historia... Pero los sueños, son sueños nada más... o eso es lo que creemos.


Bueno ahora que ya me conocéis un poco quiero pasar directamente a lo que quería contaros, como ya dije anteriormente me encantaba soñar despierto y por supuesto claro está me encantaba soñar durmiendo, de hecho recordaba prácticamente la mayoría de mis sueños y me encantaba porque me ayudaban a planificar cada detalle en sí.

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